Me cae de madres que ya son muchos los privilegios que la mujer ha venido conquistando, al grado que ahora ellas se están quedando solas, se les protege tanto que los pobres de nosotros ahora somos minoría frente a ellas, de tal manera que si todas las mujeres consiguieran ponerse de acuerdo y votaran por género, por la candidata presidencia Patricia Mercado, los varones estaríamos irremediablemente perdidos: son varios millones de mujeres más que van a votar, o que pueden hacer uso de ese derecho. Así estamos.
Señoras y señores, el sexo masculino es una especie en extinción. Si muere un hombre no hablan de hombrecidio, o varonicidio, o machocidio, o coyulodicidio, y mueren miles diario, y nadie dice nada, es algo natural. Si es hombre que muera, total, es feo, golpeador, borracho, irresponsable, cogelón, salpica la taza cuando hace pipí, no levanta su ropa sucia, no ve telenovelas, no sabe amamantar sino quiere que lo amamanten. Por eso no hay un movimiento que reivindique los derechos de los varones, de nosotros, los que tenemos que exponer el pellejo para salvar a las mujeres, los ancianos y los niños en un incendio, accidente o lo que sea; al último se salvarán los varones, si no se salvan es simplemente una cifra, murieron y ya, pero si una mujer se murió porque no la sacaron luego, el escándalo es nacional. Pobrecitos de nosotros, que tenemos que chambear duro para conseguir la paga de la comidita o para invitarlas a ellas a comer, llevarlas al cine, comprarles su condón femenino, y no dormirnos después de eyacular para que al despertar no te armen un gran "pancho". Pobrecitos de nosotros que tenemos que ir con la guitarra a cantarles a ellas, las bellas, en su balcón, aunque haya mucho frío, esté lloviendo o te expongas a que te muerda el chucho que cuida en el jardín y que a propósito suelta algún hermanito de la musa o la mismísima suegra. Pobrecitos de nosotros que antes de casarnos debemos ya tener hecho un libro, sembrado un árbol y, sobre todo, haber construido una casa a donde llevar a la dama, misma que luego te saca a patadas de ahí, de tu propia casa, siempre apoyada por las leyes feministas, que protegen a la familia, como si familia fuera ella y los hijos y él sólo fuera una maquinita proveedora de paga y demás satisfactores, incluyendo los orgasmos de la bella y exigente hembra. Digo, son bellas, deliciosas, únicas, pero no es para amarlas hasta la ignominia o hasta el exterminio. Chale, ahora van a decir que soy misógino, pero a ellas nadie les ha inventado algún apodo similar... Yo recuerdo que una mujer, en Puebla, peleaba por su lavadora y argumentaba que ese aparato electrodoméstico es la liberación femenina, pero se lo pide al esposo y lo manda a chambear duro, por lo que el esposo respondía: "pues sí, pero ¿por esa pinche lavadora tenemos que caer en la opresión masculina?" Por eso, señoras y señores, que venga el futuro, y que venga Carlos Marx y haga un estudio socioeconómico para que descifre la bronca en la que nos tienen metidos las y los feministas (hasta eso, tan chido que era hablar sin eso del sentido de género, era menos enredado, gastaba uno menos saliva, papel y tinta), que venga Federico Engels y que juntos lancen su proclama: "Varones de todos los países, uníos".
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