Mal se están viendo los candidatos del PRI de La Independencia, al no tomar cartas en el asunto del tráfico de indocumentados, y peor todavía que estos delincuentes sean familiares directos de Aharón Hernández López y Agadavidagaíl Rodríguez Morales.
Desde un principio, cuando se enteraron de las actividades ilícitas del "hijo" y "sobrino" incómodo debieron ponerle un alto e, inclusive, mandarlos a la cárcel.
Bueno, si no estaba dentro de su competencia, mínimo que hubieran intentado coadyuvar, para detener que se traficara con humanos que enfrentan graves carencias económicas y van en busca de mejores oportunidades allá en el norte, allende el Río Bravo.
De plano, si no podían porque "les dolía el corazón", por lo menos que le hubieran dicho al presunto traficante: "hijo/sobrino, estás en un error, ven al camino del bien, encomiéndate a Dios, trabaja honradamente, no deshonres a tu padre, a tu madre y a tu tío".
No quiero pensar que mandaron al pobre muchacho a hacer de dinero mal habido para las campañas. Noooooo, ¡me resisto!.
Pero en tiempos de elecciones el dinero fluye, de un lado a otro.
Se trata de ganar las elecciones, de asegurarse la vida durante los siguientes tres años, y casi durante toda la vida del candidato a la alcaldía, y su familia.
Es decir, no es cualquier cosa.
Y, cómo no, si al candidato, de resultar ganador, durante tres años no gastará un solo peso en comida, porque todo saldrá del ayuntamiento.
No gastará un solo peso en auto o reparación de éstos, porque todo saldrá del ayuntamiento. Tendrá varias camionetas a su servicio.
No gastará un solo peso en gasolina, porque todo saldrá del ayuntamiento.
No gastará un solo peso en celular o compra de tiempo aire, porque todo saldrá del ayuntamiento.
No gastará un solo peso en medicinas, porque todo saldrá del ayuntamiento.
No gastará un solo peso en vinos y licores, porque todo saldrá del ayuntamiento.
Todo lo que gaste, se facturará al ayuntamiento, con diversos conceptos.
Con sólo esto el alcalde ya tiene un buen ahorro, aunque el salario no sea muy alto. ¿Qué tanto son 50 ó 60 mil pesos al mes?
Pero ¿qué tal el diez por ciento de todo lo que se invierta en obras o proyectos?
Ahí está la ganancia.
A los ayuntamientos más jodidos les llegan recursos por 20 millones de pesos al año. Si fuera a lo tradicional, al edil le corresponderá tan sólo 2 millones de pesos (es sólo el 10 por ciento), que, dice Aharón Hernández López, "no tiene nada de malo, porque los contratistas se lo dan al presidente en gratitud". Ellos simplemente se dejan querer. ¿A quién le dan pan que llore? Así que, si, como ahora, el porcentaje se ha incrementado, para compartirlo con el Tesorero y el Director de Obras, estamos hablando de una mayor sangría al pueblo.
Pero hay municipios a los que le llegan cientos de millones de pesos, así que a los alcaldes de esos lugares les llegan, por año, más de diez millones de pesos.
Entonces, a los alcaldes más pobres les tocará recibir 6 milloncitos de pesos, y a los más ricos 30 millones solamente.
Es una buena lana.
Por eso terminando su período se convierten en prósperos empresarios, muchos ponen constructoras, y como ya conocen las reglas del juego, llegan con la oferta del diez, trece o quince por ciento al sustituto o, en caso de que éste sea enemigo, a otros municipios, y sigue su despegue.
Entonces es mucho lo que se juega.
Esas son las razones, ampliamente conocidas, de que en tiempos de elecciones el dinero fluya, de un lado a otro.
Y el dinero mal habido también. O sobre todo éste.
No importa de dónde salga, la cosa es que haya para operar, para comprar votos, para hacer algunas obras aún antes de llegar al poder, como arreglar un caminito, hacer un jagüey, entregar bombas aspersoras, o simplemente pagar la publicidad, la colgante o la de medios.
Precisamente las empresas constructoras acuden con los candidatos, los que tengan mayor posibilidad de triunfo, a ofrecer recursos, en efectivo y en especie. Esa es una fuente importante de billetes.
La otra, obviamente, a veces la más importante, llega del presidente municipal en funciones o del gobernador del estado, en efectivo o en especie.
Pero una más, por lo visto, llega de las mafias, de los traficantes de drogas, traficantes de humanos, traficantes de madera.
Pero, ¿por qué los traficantes entran al financiamiento de las campañas políticas? Muy sencillo: para comprar impunidad.
Aunque hay quienes lo hacen por afinidad con el político, o porque simplemente es su padre, su hermano, primo o tío.
Obviamente, hay petición de por medio, aunque es lógico que todo esto se niegue.
Los políticos tienen una cualidad muy especial: saben hablar en voz alta diciendo una cosa, y pensar otra, exactamente la contraria.
Están hechos para eso: para la falacia, para el engaño, para conquistar corazones y votos a base de mentiras y promesas huecas.
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