“Señor, soy la chica que violó el presidente del Congreso, el Presidente de la Junta, (José Ángel Córdova Toledo), le llamo porque….”, se interrumpe la llamada a mi celular, número 9636359790.
Por obvias razones, no diré el número desde el cual me llamó. Pero su llamada volvió a entrar, exactamente a las 18 horas con 51 minutos de este ocho de junio.
“Discúlpeme, se cortó la llamada”, dijo al reiniciar la charla.
Y agregó:
“Yo sé que a usted le interesa ese asunto de la violación, porque ya publicaron algunas notas sobre eso, de lo cual estoy agradecida, y también por su discreción en cuanto a mis datos”, dijo una vez reiniciada la plática.
-Esa es nuestra obligación, además, así se procede en cada caso, porque de otro modo la víctima de un delincuente puede convertirse en víctima otra vez, respondí.
“Bueno, si usted no graba conversaciones…”
-No estoy grabando, dígame, dije rápidamente.
“Lo que quiero decirle es dónde vive el violador”, insistió.
-Dígame, la escucho.
“Palma China 975, acá en Tuxtla Gutiérrez, ya no en la 11 oriente, la casa que ustedes fotografiaron”, respondió, tratando siempre de modular la voz, para que se oyera distinta a su tono natural.
-Pero, dígame, de qué se trata, qué hacemos con esta dirección o qué...
“Yo soy la que violaron, tengo mucho miedo, es lo que yo quiero decirle, que tengo miedo”, dijo, su voz alterada.
-¿Pero qué pasa, por qué me dice eso, por qué el miedo?
“Porque me ha amenazado”, dijo, ya con ganas de colgar.
-¿Cómo le ha amenazado”, dígame.
“¿No me está grabando”?, fue su respuesta.
-No, pero aún así, las fuentes son sagradas para todo periodista, o nunca más nadie habrá de confiarle ninguna información, dije.
“Me ha amenazado”, insistió.
-¿Vía telefónica?, inquirí.
“Vía telefónica y de otras maneras”, respondió.
-Pero cuáles otras vías, pregunté.
“Con gente directa, gente de él”, dijo.
-Y agregó, su tono más enfadado.
“Por eso el silencio, así ocurrió con un compañero suyo y uno del Periódico Siete, de Mario Prado”, agregó.
“Por eso también él está tranquilo con dos queridas al lado, una se llama María Erika y la otra María Rosa”… (se omiten apellidos, por razones obvias).
Y colgó.
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