Eduardo Ramírez Aguilar ya ganó la Presidencia Municipal de Comitán y nadie le debe regatear el triunfo, pues resultó “holgado”. No hay de otra: administrará los recursos del pueblo comiteco durante tres años (que sean tres, no menos).
No fue la votación más copiosa, el abstencionismo sigue siendo el gran triunfador en Comitán, pues ni siquiera se llegó al 50 por ciento de la participación ciudadana.
De una lista nominal de 79 mil 159, salimos a votar 39 mil 40, credencial en mano, con la ilusión de llevar a nuestro candidato al triunfo, cada quien con sus propios motivos. El porcentaje de participación ciudadana fue exactamente del 49.42 por ciento.
De éstos, 36 mil 652 fueron votos efectivos, para el conjunto de partidos políticos participantes, en tanto que 2 mil 388 votos fueron anulados y 80 decidieron no votar por ninguno de los candidatos, pues querían a mejores gallos en la pelea.
De tal modo que con la participación del 49. 42 por ciento de la lista nominal, Eduardo Ramírez Aguilar obtuvo el 46.04 por ciento, un alto porcentaje que le devuelve la legitimidad que le niega la escasa participación ciudadana.
¿Qué puede decir Víctor Hugo Ruiz Guillén, del PRI, si ni siquiera llegó a la mitad de la votación obtenida por ERA (alcanzó el 20.08 de la votación?
¿Le serviría de algo denunciar presunto fraude electoral?
El PRI estaba condenado a la derrota electoral en Comitán, por sus propias fracturas internas.
Encima de eso, al candidato le ganó un poco la soberbia. Consideró que el haber ganado una interna en su partido le daba toda la legitimidad para quedarse con todo el pastel, y no escuchó a las otras voces.
Ni por más que el precandidato perdedor, Rafael Morales Serrano, tuvo la humildad y civilidad política de ir a reconocer su triunfo en esa primera etapa, levantándole la mano, le permitió incorporarlo al equipo, con toda su gente. A ninguno sumó. Los dejó al garete. Ya perdieron, pues lo perdieron todo.
Y resultó que no, porque si unos brazos se desprecian, otros se abren en el mismo instante, y eso ocurrió. Lalo Ramírez los recibió, previo pacto, por supuesto.
Pero ya desde antes al PRI se le había ido gente, cuando Alejandro Sánchez Crócker decidió lanzarse por el PAN, con el aval y respaldo de Roberto Albores Guillén, quien este lunes amaneció con la certeza de que ya no es nadie para poner y quitar presidentes municipales. Se pulverizó su poder. También pecó de soberbio. Su gallo se fue al cuarto lugar. Nada más y nada menos que el 16.71 por ciento, cuando mucho alcanza para una regiduría. Esos dos desprendimientos priistas ya tenían un peso específico que olía a derrota.
Y, por si fuera poco, Víctor Hugo Ruiz Guillén no quiso negociar con Jorge Constantino kanter, quien le pedía 5 regidurías.
Kanter acababa de pasar por un proceso en el que defendía su militancia y derechos políticos al interior del PRI. No pensaba, no deseaba pasar por otra etapa en la que por soberbia y sobradez de los personajes de su partido volviera a morder el polvo, como ocurrió con la elección estatal, en ese caso por los pecados de José Antonio Aguilar Bodegas. Tomar la decisión de jugársela con Ricardo Ibarra Gómez por el PT no fue cómodo para Kanter, desde el punto de vista afectivo, pero fue algo que el mismo equipo de amigos y colaboradores decidió.
Ricardo Ibarra no es precisamente un político que ambicione el poder; de hecho él jamás buscó ser candidato.
Cuando se lo plantearon su respuesta no fue “Sí”, en automático. Tuvo que sopesarlo, platicarlo con su familia, porque no estaba en su agenda personal convertirse en presidente municipal.
No fue sino días después que aceptó asumir la posibilidad de convertirse en alcalde de Comitán, para servirle a la gente.
Por lo mismo, Ricardo Ibarra no habría llegado a la presidencia municipal para utilizarla como trampolín político rumbo a una nueva posición política. No habría llegado pensando en utilizar ese espacio para alcanzar una diputación local o federal.
Por eso este columnista se la jugó con él, a mucha honra. Voté por Ibarra, pues, para que esté más claro. Perdió porque fue postulado por un partidito muy pequeñito, cuya militancia cabe en el chevy pop del Fronterizo del Sur, mejor conocido como “golpeador” de políticos mañosos.
Significa, entonces, que quiero a un alcalde por tres años, a uno que estando en campaña por la presidencia municipal no esté pensando, al mismo tiempo, en una diputación federal o local.
Que en lugar de tener presente a cada instante una agenda política, tenga en su corazón y en su mente una agenda social.
Que su carrera política tenga como principales cimientos la lucha a favor de los desposeídos, por los más pobres, no el marketing.
Que en la distribución de los recursos haya un desequilibrio, pero a favor de los de la gente del campo, no por encima de éstos.
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