miércoles, diciembre 02, 2009

Quería ser enfermera, la Víctima de Irán

La chica que Irán Mérida embarazó cuando aquella apenas tenía 16 años de edad quería ser enfermera, pero sus sueños fueron cortados abruptamente por el edil; ella responde al nombre de Laura Morales.

Laura aprovechó un curso de enfermería en Tres Maravillas, y ahí descubrió que su vocación era la enfermería, por lo que decidió ponerse a trabajar, para sostener sus estudios, pues sus padres son de escasos recursos económicos.

Encontró una oportunidad en la precampaña en donde Mérida Matamoros se enfrentó a Hugo Mauricio Pérez Anzueto, aquél la enamoró; pasaban largas conversaciones telefónicas y cenaban juntos; él le sugirió que de ganar podría ser la “Primera Dama” comalapense.

Cuando Mérida Matamoros ganó la candidatura del PRI a la presidencia municipal, ya no fue necesario que la invitaran a trabajar en la campaña constitucional, pues había asumido como suyo el proyecto, y sus amigas ya le pedían una plaza en el DIF.

Una vez ganada la presidencia municipal Mérida Matamoros la colocó en Tesorería Municipal, bajo las órdenes del profesor Julio Concha De
León, primer tesorero de la feneciente administración.

A esas alturas el edil y la secretaria llevaban ya varios meses de un tórrido romance, mismo que terminó cuando ella le dijo que esperaba un hijo de él, su patrón.

La respuesta de Irán Mérida fue iracunda, y le dio instrucciones de matar al producto de su relación amorosa, para lo cual le dijo que le enviaría dinero, de forma inmediata, pero que ya fuera viendo con qué espanta-cigüeñas deshacerse del feto.

A los pocos días Laura Morales recibió de su "novio", Irán Mérida Matamoros, la suma total de quinientos pesos, para que fuera a practicarse un aborto, aun sabiendo que sigue prohibido en la entidad
chiapaneca.

Ella se negó, pero aun así investigó el costo (2 mil 500) que una partera cobra por inducir el aborto, de la propia ciudad de Frontera Comalapa, y se lo dijo al alcalde, quien a esas alturas ya no deseaba responderle las llamadas.

Cuando por fin logró comunicarse con el edil, y le dijo que necesitaba dinero, él volvió a responderle de forma iracunda y cortante, pidiéndole que ya no volviera a molestarle.

Días después le mandó pedir la renuncia; ella hoy trabaja en una caceta telefónica ganando el salario mínimo, sin ninguna prestación social y manteniendo al hijo de un hombre sin el menor sentido de responsabilidad.


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