Juan Sabines gobernará y gobierna ya con otro estilo, muy distinto al de Pablo Salazar Mendiguchía.
Las primeras muestras las dio cuando, aun antes de jurarle amor eterno a Chiapas en la toma de posesión, hizo un periplo para visitar a los periódicos de circulación estatal, incluyendo Cuarto Poder, el de Conrado de la Cruz, el más confrontado con Pablo Salazar. Ese día marcó distancia, destete, diferencia, ese día tomó el poder bajo su control (falta una visita a El Fronterizo del Sur, por cierto).
Pronto daría otra señal en el mismo sentido, más contundente: liberar a Conrado de la Cruz Morales, retirando los cargos en su contra, y haciendo lo propio con Ángel Mario Ksherato.
El 13 de diciembre anuncia: “Despenalizaré el delito de la difamación”, y de inmediato presenta la iniciativa ante el Congreso del Estado.
Pero no sólo eso: el 27 de diciembre crea la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos de Homicidio y Privación Ilegal de la Libertad en Contra de Periodistas en la década de 1990, además de la Fiscalía Especializada para el caso Acteal.
Es otra forma de hacer política y de llevarse con los representantes de los medios de comunicación.
Y, al parecer, ese será el estilo de gobernar de Sabines: llevársela bien con todos, sin odios ni rencores, sin persecuciones a quienes piensan o pensaron distinto de él.
No se debe olvidar la negativa de Cuarto Poder de apoyar a Sabines en su candidatura o, dicho de otro modo, su entrega total a José Antonio Aguilar Bodegas, a quien le apostó absolutamente todo. Eso no importó para recibir de Sabines el gesto de la liberación de Conradito de la Cruz.
Y, hasta ahorita, las cosas van bien. El estado de Chiapas disfruta de cabal gobernabilidad, y, aún más, gobernabilidad democrática, derivada de los consensos construidos al calor de los procesos de diálogo.
Cierto, a PSM habrá de agradecérsele la herencia de un Chiapas no convulso, sino en paz y armonía, aunque su estilo de gobernar fue distinto.
Aún, si su mano en los 6 años anteriores hubiera sido endeble, Chiapas quizá hubiese debido enfrentar fenómenos de descomposición social y de ingobernabilidad como los de Oaxaca; acá también está la Sección VII y no es cualquier cosa.
De hecho, los dos últimos gobernadores de Chiapas, Albores y Salazar, gobernaron con mano dura; no había de otra, me parece.
Aún hoy, Sabines no ha renunciado (ni lo hará) a ejercer el peso de la ley y de utilizar el monopolio de la fuerza y la violencia según lo marca la constitución, pues le toca gobernar para todos, y el rasero no lo es sino el estado de derecho.
De hecho fue muy explícito cuando en su toma de posesión anunció no andarse por las ramas ni estar de consentidor de liderazgos mafiosos y caciquismos nocivos. Fuego contra ellos, cuando así se requiera por el bien de todas y todos.
Las primeras muestras las dio cuando, aun antes de jurarle amor eterno a Chiapas en la toma de posesión, hizo un periplo para visitar a los periódicos de circulación estatal, incluyendo Cuarto Poder, el de Conrado de la Cruz, el más confrontado con Pablo Salazar. Ese día marcó distancia, destete, diferencia, ese día tomó el poder bajo su control (falta una visita a El Fronterizo del Sur, por cierto).
Pronto daría otra señal en el mismo sentido, más contundente: liberar a Conrado de la Cruz Morales, retirando los cargos en su contra, y haciendo lo propio con Ángel Mario Ksherato.
El 13 de diciembre anuncia: “Despenalizaré el delito de la difamación”, y de inmediato presenta la iniciativa ante el Congreso del Estado.
Pero no sólo eso: el 27 de diciembre crea la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos de Homicidio y Privación Ilegal de la Libertad en Contra de Periodistas en la década de 1990, además de la Fiscalía Especializada para el caso Acteal.
Es otra forma de hacer política y de llevarse con los representantes de los medios de comunicación.
Y, al parecer, ese será el estilo de gobernar de Sabines: llevársela bien con todos, sin odios ni rencores, sin persecuciones a quienes piensan o pensaron distinto de él.
No se debe olvidar la negativa de Cuarto Poder de apoyar a Sabines en su candidatura o, dicho de otro modo, su entrega total a José Antonio Aguilar Bodegas, a quien le apostó absolutamente todo. Eso no importó para recibir de Sabines el gesto de la liberación de Conradito de la Cruz.
Y, hasta ahorita, las cosas van bien. El estado de Chiapas disfruta de cabal gobernabilidad, y, aún más, gobernabilidad democrática, derivada de los consensos construidos al calor de los procesos de diálogo.
Cierto, a PSM habrá de agradecérsele la herencia de un Chiapas no convulso, sino en paz y armonía, aunque su estilo de gobernar fue distinto.
Aún, si su mano en los 6 años anteriores hubiera sido endeble, Chiapas quizá hubiese debido enfrentar fenómenos de descomposición social y de ingobernabilidad como los de Oaxaca; acá también está la Sección VII y no es cualquier cosa.
De hecho, los dos últimos gobernadores de Chiapas, Albores y Salazar, gobernaron con mano dura; no había de otra, me parece.
Aún hoy, Sabines no ha renunciado (ni lo hará) a ejercer el peso de la ley y de utilizar el monopolio de la fuerza y la violencia según lo marca la constitución, pues le toca gobernar para todos, y el rasero no lo es sino el estado de derecho.
De hecho fue muy explícito cuando en su toma de posesión anunció no andarse por las ramas ni estar de consentidor de liderazgos mafiosos y caciquismos nocivos. Fuego contra ellos, cuando así se requiera por el bien de todas y todos.
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