Solo, triste, desahuciado, se encuentra el Polideportivo de Comitán.
Es domingo y algún deportista, en auto, asoma por el lugar, luego de larga terracería.
Luego de contemplar el panorama se anima a entrar, tomando las precauciones debidas.
Al descubrir la soledad del lugar decide meter el coche a un lugar más cercano a la cancha donde va a jugar.
Por fortuna los espacios están, y el caminito para que los autos avancen también.
Mientras avanza el conductor y acompañantes encuentran grandes espacios, como terrenos baldíos y en el olvido, con mucho monte.
El temor a que de la maleza salga algún maleante se hace presente.
Al arribar a la cancha más cercana: de frontón, tenis, fútbol rápido o básquet, el auto se deja en un lugar cercano, visible.
Mientras se echa la cascarita se puede vigilar al auto.
Un ojo al gato, y otro al garabato, o, lo mismo, uno al balón y otra al coche, para evitar sorpresas.
En realidad todo transcurre con normalidad y absoluta tranquilidad.
Ni asaltos, ni sobresaltos, ni nada. Comitán es tranquilo. Es la soledad del lugar y el exceso de hierba el promotor de tanto miedo.
Las esposas o novias de los deportistas no pueden evitar el comentario sobre su emoción a estar ahí a solas; la esposa por los maleantes, la novia por si el chico se avienta a llegar más lejos. Esos anuncios de M Force pueden surtir el doble efecto en este caso, para optimizar la "actividad vigorosa".
Si las paredes del Polideportivo están pintadas por los famosos grafiteros eso no significa otra cosa, los espacios para el arte grafiti se antojan, pero sólo.
Es domingo y por lo menos alguna familia ha aprovechado las instalaciones, algunos hasta fogata hacen.
Más tarde arriba otro auto, y el papá baja pronto para bajar las bicicletas de sus hijos para practicar donde mejor se les antoje, eligiendo al libre albedrío la cancha deportiva más acorde.
Es domingo y hasta las 2 de la tarde habrán acudido al Polideportivo unas cinco familias, más como día de campo.
El Polideportivo no tiene quien le visite, pero tiene quien le escriba.
Requiere de mayor atención y de visitantes deportistas, no sólo de parejitas de enamorados o familias en días de campo.
Quizá también valga la pena la pavimentación del acceso, para no tragar tanto polvo, pues el lugar se presta aún para respirar un poco de cielo, no para tragar tierra.
En fin.
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