Campesinos de Las Rosas aprendieron a gobernar y les arrebataron 400 mil pesos al Presidente, su Director de Obras y su Tesorero Municipal, con El Poder de la Soga.
Aprendida la lección de los ejidos que componen la montaña de Pueblo Viejo, de utilizar como instrumento de lucha una soga para apersogar, llegaron con la suya a la reunión de cabildo de Pinola para ejercer el poder del que ahora disponen.
A ellos, integrantes de las comunidades de San Juan Las Tunas y Guadalupe Las Canoas, municipio de Las Rosas (que no de San Salvador Atenco), el Director de Obras les venía engañando, diciéndoles que la obra con la que el presidente se había comprometido no sería posible debido a que los regidores se oponían a dar su visto bueno.
En realidad, los agentes municipales estaban siendo engañados por el funcionario municipal, todo porque Caballero Rodríguez se negaba a que tal obra fuera realizada por la constructora que las autoridades comunitarias proponían.
De hecho, Rolando Caballero ya tenía instrucciones de su jefe, el presidente, de que dicha obra fuera realizada por una constructora, a fin a José Domingo Argüello Ruiz, con la cual tiene “convenios” y compromisos.
El convenio es el de apoyo mutuo, el presidente apoya dando obras, la constructora devolviendo el diez por ciento de dicho monto, en efectivo.
De ahí la negativa del Director de Obras.
Además, los agentes ya sabían todo eso, por eso buscaron su propia constructora, con el compromiso de dejarles el diez por ciento, no en efectivo, sino en más obras de beneficio a las comunidades.
El dinero de por medio son nada menos que 400 mil pesos, debido a que la obra en cuestión es de 4 millones de pesos, porque se trata del revestimiento de más de diez kilómetros de camino.
Nada despreciable, por supuesto.
Había, pues, motivos suficientes para pelear.
De hecho, ya los agentes habían platicado con varios constructores, y a todos les dijeron lo mismo:
“Señores, hay una obra de cuatro millones de pesos, es un revestimiento de caminos, si les interesa deberán darnos el “diezmo”, pero no al presidente, sino a nosotros, queremos saber cuánto nos das, qué obras pueden hacernos”.
Y los constructores ofrecieron. Uno de ellos dejaba trabajos de mayores beneficios que lograron convencer a los agentes municipales y su gente.
Y le dieron la obra.
El problema fue la reticencia de las autoridades municipales, representadas por el Director de Obras.
Y ante el cúmulo de mentiras, luego de cansarlos con vueltas y más vueltas, lo enfrentaron, delante los propios regidores, a quienes culpaba del retraso.
“Señor presidente, dice su Director de Obras que los regidores no quieren que se haga nuestro camino, queremos que nos lo diga aquí y ahora mismo, porque aquí están ellos, hablemos de frente”, dijeron estas palabras al tiempo de anunciar que si era preciso utilizarían la soga para amarrar y llevarse a su ejido al director de obras o a los regidores o al propio presidente.
Entonces mandaron a llamar al Rolando Caballero para aclarar paradas.
Al llegar, el tipo apenas alcanzaba a balbucear.
Tuvo que tragarse sus mentiras.
Alguien estaba mintiendo, y ahí mismo se descubrió.
Y los agentes estaban ahí, sin miedo, con todo el poder que da una soga para amarrar animales de carga, alcaldes, directores de obras públicas, tesoreros o regidores corruptos.
Y, aclarado que ninguno de los regidores se oponía a la realización de la obra, se la dieron a quienes los campesinos eligieron.
¿Quién dice que no se puede?
Los campesinos podrán no haber leído a Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Ilich Unlianov Lenin, León Tosky, José Stalin o Mao Tze Tung, pero tienen en sus manos un instrumento de poder: la soga, y no hace falta más discursos, sino una mirada fiera y la determinación manifiesta en sus palabras: “O nos cumplen o los amarramos aquí y ahora”.
Descubierto ese método, cuya efectividad se puso de manifiesto en Frontera Comalapa y Las Rosas, para ser preciso, Pueblo Viejo, ahora es el símbolo de la resistencia ante las corruptelas de los presidentes municipales. Muy parecido a aquellos afamados machetes de San Salvador Atenco, en el Estado de México.
Si todos hicieran lo mismo, los alcaldes no tendría oportunidad de enriquecerse de forma tan grosera y escandalosa, y en cada lugar habría más obras de beneficio social, en lugar de funcionarios más ricos.
En lugar de construir diez kilómetros de carretera se harían once; o bien los diez km y un par de salones de clases en alguna escuela; o bien los diez kilómetros más un puente peatonal; o bien los diez kilómetros y una casa ejidal; o bien los diez kilómetros y una ambulancia; o bien los diez kilómetros y una cancha deportiva; o bien los diez kilómetros y una clínica; o bien los diez kilómetros y la Casa del Maestro; o bien los diez kilómetros y un enmallado perimetral para la protección de una escuela; o bien los diez kilómetros y 40 computadoras; o bien los diez kilómetros y el revestimiento de unas calles con baches; o bien los diez kilómetros y la reforestación de 100 hectáreas de terreno. Cualquier cosa que no sea entregarles el “diezmo” al Presidente, su Tesorero y su Director de Obras.
Machetes no, sogas sí, dicen los agentes municipales de San Juan Las Tunas y Guadalupe Las Canoas. Hasta el nombrecito suena a símbolo de lucha.