domingo, marzo 18, 2007

“Péguenle a Ricardo Ibarra Gómez", la consigna.



Ricardo Ibarra Gómez no las tiene todas consigo. O las tiene pero en contra.

No bien se dio a conocer su destape en este medio informativo y comenzó el golpeteo.

“Péguenle a Ibarra”, la consigna.

Pero Ibarra sonríe y canta: “De qué mueren los quemados, de ardor, de ardor”.

También pronuncia, supongo, aquello de “ladran los perros”, con el perdón de los chuchos, por supuesto.

Pero, reitero, no las tiene todas consigo, o las tiene pero en contra.

En primer lugar la candidatura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) aún no la tiene, va a buscarla, construirla, aunque ya tiene más de la mitad del camino.

Conseguir el consenso de varios de los más conspicuos priistas que también invirtieron para conseguir la nominación no es cualquier cosa. Porque los demás (joseanistas) no tienen la mayor valía, aunque sí derecho a soñar.

Por eso puede decirse que tiene la pelota en sus pies luego de un pase genial, de sexto año, a un delantero y goleador tipo Javier Cámpora (buenos días Don Ricardo Ibarra Cámpora, cómo está usted), y ahora nomás le queda empujarla hacia la red; por cierto pienso que si consigue la nominación oficial deberá llamar en su campaña al goleador de Jaguares para que le dé buena o mejor vibra.

Ahora bien, tener la pelota en los pies, no significa que vaya a meter el gol. Bien pudiera volar la pelota por engolosinarse. Si hasta los tiros de penalti se llegan a fallar.

A Ricardo Ibarra Gómez le falta enfrentar otra batalla, y ésta será contra algún candidato joeanista¸ de los que ya se han anotado en la carrera sucesoria.

Cierto es que ya el ser joseanista es una especie de maldición de esos compas, y llevan, por lo mismo, todas las de perder, entre ellos el ex diputado Víctor Hugo Ruiz Guillén, a quien en breve alguien va a sacarle un audioescándalo, según me dijeron (no lo tengo yo, mal pensados).

Pero, aún así, deberá enfrentarlos, es requisito indispensable, así habrá de legitimarse, como lo hizo Jorge Constantino Kanter hace tres años.

¿Quién iba a imaginarse que Kanter le ganara a un diputado, a un presidente del partido y candidato durante varios años y a otro que ya había sido candidato tres veces? Esa vez se impuso la fuerza de un liderazgo natural, y la candidatura tuvo una legitimidad incuestionable, porque fue ganada a pulso, a fuerza de votos, con todo en contra.

Ahora Ricardo Ibarra Gómez tiene un camino hecho, va a viajar en autopista, su jefe le allanó el camino.

Pero habrá fe caminarlo, de todos modos.

El PRI deberá convocar a un proceso de selección interna y ahí legitimarse.

Pero, eso sí, no se le ocurra salir con su domingo siete y “dice mi mamá que siempre no” y que en lugar de convocatoria a internas salen con su dichosa “candidatura de unidad”, porque entonces el tricolor habrá firmado su sentencia de muerte en Comitán.

He dicho.


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