jueves, abril 26, 2007

“Conchita, Conchita, eternamente Conchita”



Al "inche" Policiaco, perdón, el Enrique Vázquez Palacios, de plano que se le pasaron las copas.

Yo pasaba por el Congreso, añorando tanta chamaca chida, cuando me encontré al joven editor de la Sección Policíaca, de “Chiapas Hoy”, del Hubert Ochoa.

En un año de estar en Tuxtla nunca acepté tomar una sola cerveza, en ningún lado, pero esta vez ocurrió algo que aún no defino: no sé si me ganó el tremendo calor que hasta me ponía morado, o de plano la mustia cara del Policíaco.

Nos fuimos a “El Futbolista”, allá por la 3a. Poniente, entre 5a. y 6a. norte, directo a tomar caguama, pues habían peridos "Las Chivas".

No bien llegábamos nos recibió Marisol, que es así: Sol y Mar a la vez, en serio, todo en una sola persona.

Las caguamas las pasó a nuestra mesa la Susi, toda chiquita, aunque picosa; con tanto calor uno ya no distingue qué tomar: si a la mesera, a la caguama o ambas.

Fue Alicia la que nos volvió a la realidad, para mandarnos a otro escape todavía peor.

Con ella cualquiera se pierde, se fuga al más verde de los bosques de Honduras, abandonando el cuerpo al amparo de los brazos de la boa constrictora, que lo enrolla y aprisiona hasta dejarlo exhausto, muerto.

El llanto de una guitarra negra me hizo regresar a la realidad, la cruda realidad que vive mi amigo el “Policíaco”, quien ya estaba cantando aquella canción de Pablo Milanés: “Esto no puede ser nomás que una canción, quisiera fuera una declaración de amor”. De pronto le cambió la letra y en lugar de cantar “Yolanda, Yolanda”, cantó: “Conchita, Conchita, eternamente Conchita”.

No supe a qué hora se vaciaron las caguamas, porque en la mesa teníamos ya unas botellas de whisky, casi vacías.

Las lágrimas del “Policíaco” no eran de mentis, ni de bolo, ni de cocodrilo.

Al pobre lo traen de un ala, cacheteando las banquetas, perdidamente enamorado de su “Conchita, Conchita, eternamente Conchita”.

Las sensuales mujeres estaban ahí, de mi lado, mirando al Policíaco que, por su pinta, su camisa blanca a rayas azules y pantalón de mezclilla azul, zapatos negros, cabello largo y rizado, más bien parecía al Buky.

Cuando terminó de cantar ya los demás andábamos como él, compartiendo su dolor, con los cachetes mojados también.

Eso o quien sabe qué lo animó a cantar otra canción: "Sé que bebo, sé que fumo, sé que juego... y hasta en el amor..."

Después supimos que tanto la camisa blanca a rayas azules y la guitarra negra fueron regalos de su “Conchita, Conchita, eternamente Conchita”, a quien, desde el piso, le dedicó esta composición, del “Policíaco”, por supuesto:

Para tí, Conchita (Concepción Gómez Pérez)

Corazón necio

Anoche al recordarte mis ojos derramaban lágrimas de dolor…

En ese instante le pregunté a mi corazón,

Por qué eres un corazón necio?

Por qué te empeñas en amarla?

Por qué siempre te enamoras de la persona que no te ama?

Por qué te entregas sin saber si eres correspondido?

Por qué siempre das lo mejor de tí?

También le recordé de todas aquellas buenas amigas

que deseaban entregarme un amor incondicional…

Pero como tú eres un corazón necio, nunca correspondí a ninguna de ellas,

Tal vez porque, equivocado o no, ya había entregado mi amor a esa mujer...

En ese momento sentí que mi corazón

contestaba todas mis preguntas y dudas...

"En el corazón no se manda, soy un ser que solo siente,

me entrego y me enamoro perdidamente,

sin darme cuenta que no soy correspondido,

ahorita siento partirme en

mil pedazos del dolor

tan grande que siento…

Pero también soy fuerte y muy pronto

lograremos olvidar a ese amor que no supo correspondernos,

el tiempo es nuestro mejor aliado,

el se encargará de que la herida sane muy pronto...

Esa mujer que no correspondió a

este amor tan bello después se dará cuenta

de lo que perdió; porque tú y yo la amamos

como nunca antes nadie la amó...

Nosotros con el paso del tiempo lograremos

amar a alguien que en verdad merezca nuestro amor,

pero a ella nunca nadie la amará como tú y yo lo hicimos..."

...Entonces fui yo el que contestó a mi corazón:

“Espero que el tiempo se apresure y pase muy rápido, porque este dolor que tú, mi pobre corazón, sientes… es muy grande…

Me diste una muy buena explicación, pero aún no logro comprender,

por qué eres un corazón necio?”.

Pobre “Policíaco”. Él sufriendo y penando, yo tomando y gozando.

Ni modo, cada quien con lo suyo, él con su pena, yo en la pepena.

Espero que no se cambien nunca los papeles.

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