El Aníbal Roblero engañó a los campesinos de su municipio.
Tal y como hacen los enamorados de su musa cuando están en pleno proceso de galanteo, prometió a la gente del campo, que es la inmensa mayoría de su municipio, el cielo, la luna y el mar.
Y hasta decía: “yo que soñé, con tener a un pueblo, que mandara en mis adentros, ya no tengo que buscarlo, porque en ti todo lo encuentro, ya nomás dime que sí”.
Y el pueblo le dijo que sí, bueno, algunos mentecatos que votaron por él.
En Emiliano Zapata había comprometido construir una unidad administrativa, de usos múltiples. Claro, fue compromiso de campaña.
Ahora dice que no lo dijo. “Y si lo dije quizá estaba yo borracho”, dice.
Y si no que lo diga Toño López Rodríguez, del Comité de Educación del Jardín de Niños y Niñas de ese lugar.
No les da ni para la infraestructura, ni para apoyarlos en sus desgracias, pues últimamente los ladrones les han caído como chahuistle: a cada rato, los agarraron de bajadita.
La primera vez les robaron los ahorros de los niños, un montón de lana, ya que iban varios meses de anda juntando la paga, día a día, de 1, 2, 5 y 10 pesos ahorraban los chiquitíos y chiquitías. Bueno, hasta de a cincuenta centavos, pero si es diario se acumula. De peso en peso se llena su bolso de las señoras y de grano en grano el buche del guajolote.
Luego se llevaron los trastes de la cocina.
De plano, ya ni la amuelan. Robar ollas, por Dios. Si tanta necesidad tienen que se vayan al ejido Lázaro Cárdenas, municipio de Chicomuselo, allá las hacen de barro, de todos tamaños, desde cantaritos, jarros para el café y el atole, olla para el frijol, maceteras, son bien baratos, yo he ido a comprar ahí, con mi mamita y la Elci, mi hermana.
Pero la nota no es el robo, que ya no es noticia, pues se ha vuelto una cotidianidad.
La noticia es que los ejidatarios de Emiliano Zapata le pidieron apoyo para que hiciera algo a favor de la seguridad de los habitantes del lugar.
Y los mandó a la chinada. Chinada significa: un lugar lejano de China, aclaro, para que no digan que soy majadero.
“Emiliano Zapata no necesita seguridad, porque ahí cada quien se cuida”, dijo el presidente.
Como quien dice: “A mí qué me importa, si no son de mi familia”.
Quizá está pensando que, como antes, cada quien tenía su “mechera” en el tapanco para matar venado con sus perros sabuesos. Bueno, había quién tenía hasta “marceras”, porque los cuernos de chivo nunca los vimos por ahí, aunque sí las resorteras para matar pajaritos, cuatetes, lagartijas, iguanas y demás fauna que se dejara.
Ahora ya sólo cargan resorteras o “tiradoras”, como le dicen ahí, porque ya no hay venados que matar, los armadillos se sacan con machete o con humo y las iguanas a pedradas.
Pero eso Aníbal no lo sabe, y negó el apoyo en materia de seguridad. Inclusive tiene policías contratados en Emiliano Zapata, pero en la cabecera municipal. Como que sólo le interesa la seguridad del lugar donde viven su familia y él.
Por eso las autoridades ejidales andan sufriendo con el asunto de la seguridad.
Ellos lo tienen que resolver. Pobre Don Rutilo Velásquez Laparra, haciendo labor de alcalde, a falta de la responsabilidad de éste.
Y, a demanda de la gente que anda sufriendo la inseguridad, se dio a la tarea de ir a buscar las ollas casa por casa, registrando en la cocina de la gente, por “acuerdo” comunitario.
Se metió en problemas que no son sus problemas, pero que el presidente no atiende.
Primero decía “pueblo dónde te pongo”, ahora dice “pueblo dónde te aviento”.
Así somos los hombres con las muchachas, que todo se lo creen. Ingenuas.
Tan ingenuas como las que votaron por Anibal, y los varones que lo hicieron también.
Toma tu presidente priista, jajajajaja, disfrútenlo, cóbrenles de nuevo el voto, el alcalde va responder: “Miren, yo no puedo pagarle dos veces el voto”.
Tal y como hacen los enamorados de su musa cuando están en pleno proceso de galanteo, prometió a la gente del campo, que es la inmensa mayoría de su municipio, el cielo, la luna y el mar.
Y hasta decía: “yo que soñé, con tener a un pueblo, que mandara en mis adentros, ya no tengo que buscarlo, porque en ti todo lo encuentro, ya nomás dime que sí”.
Y el pueblo le dijo que sí, bueno, algunos mentecatos que votaron por él.
En Emiliano Zapata había comprometido construir una unidad administrativa, de usos múltiples. Claro, fue compromiso de campaña.
Ahora dice que no lo dijo. “Y si lo dije quizá estaba yo borracho”, dice.
Y si no que lo diga Toño López Rodríguez, del Comité de Educación del Jardín de Niños y Niñas de ese lugar.
No les da ni para la infraestructura, ni para apoyarlos en sus desgracias, pues últimamente los ladrones les han caído como chahuistle: a cada rato, los agarraron de bajadita.
La primera vez les robaron los ahorros de los niños, un montón de lana, ya que iban varios meses de anda juntando la paga, día a día, de 1, 2, 5 y 10 pesos ahorraban los chiquitíos y chiquitías. Bueno, hasta de a cincuenta centavos, pero si es diario se acumula. De peso en peso se llena su bolso de las señoras y de grano en grano el buche del guajolote.
Luego se llevaron los trastes de la cocina.
De plano, ya ni la amuelan. Robar ollas, por Dios. Si tanta necesidad tienen que se vayan al ejido Lázaro Cárdenas, municipio de Chicomuselo, allá las hacen de barro, de todos tamaños, desde cantaritos, jarros para el café y el atole, olla para el frijol, maceteras, son bien baratos, yo he ido a comprar ahí, con mi mamita y la Elci, mi hermana.
Pero la nota no es el robo, que ya no es noticia, pues se ha vuelto una cotidianidad.
La noticia es que los ejidatarios de Emiliano Zapata le pidieron apoyo para que hiciera algo a favor de la seguridad de los habitantes del lugar.
Y los mandó a la chinada. Chinada significa: un lugar lejano de China, aclaro, para que no digan que soy majadero.
“Emiliano Zapata no necesita seguridad, porque ahí cada quien se cuida”, dijo el presidente.
Como quien dice: “A mí qué me importa, si no son de mi familia”.
Quizá está pensando que, como antes, cada quien tenía su “mechera” en el tapanco para matar venado con sus perros sabuesos. Bueno, había quién tenía hasta “marceras”, porque los cuernos de chivo nunca los vimos por ahí, aunque sí las resorteras para matar pajaritos, cuatetes, lagartijas, iguanas y demás fauna que se dejara.
Ahora ya sólo cargan resorteras o “tiradoras”, como le dicen ahí, porque ya no hay venados que matar, los armadillos se sacan con machete o con humo y las iguanas a pedradas.
Pero eso Aníbal no lo sabe, y negó el apoyo en materia de seguridad. Inclusive tiene policías contratados en Emiliano Zapata, pero en la cabecera municipal. Como que sólo le interesa la seguridad del lugar donde viven su familia y él.
Por eso las autoridades ejidales andan sufriendo con el asunto de la seguridad.
Ellos lo tienen que resolver. Pobre Don Rutilo Velásquez Laparra, haciendo labor de alcalde, a falta de la responsabilidad de éste.
Y, a demanda de la gente que anda sufriendo la inseguridad, se dio a la tarea de ir a buscar las ollas casa por casa, registrando en la cocina de la gente, por “acuerdo” comunitario.
Se metió en problemas que no son sus problemas, pero que el presidente no atiende.
Primero decía “pueblo dónde te pongo”, ahora dice “pueblo dónde te aviento”.
Así somos los hombres con las muchachas, que todo se lo creen. Ingenuas.
Tan ingenuas como las que votaron por Anibal, y los varones que lo hicieron también.
Toma tu presidente priista, jajajajaja, disfrútenlo, cóbrenles de nuevo el voto, el alcalde va responder: “Miren, yo no puedo pagarle dos veces el voto”.
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