Nada como tener poder y qué mejor si se ejerce y disfruta. ¿Verdad Martha Berenice Robles Corzo?
Ah, no la había presentado. Esta senorita (bueno, qué importa si senorita o no, pero por educación así se dice, ni modo que uno ande averiguando) es ministerio público de turno en Comitán de Domínguez, Chiapas) y ayer martes le tocó trabajar.
Qué bueno, alguien le dio una oportunidad, pero que no la defeque como ocurrió este martes por la mañana.
Su problema es el manejo del poder, sin duda.
Espero que sea su juventud el motivo y el tiempo la medicina. Que esta sea su primera chamba y que apenas esté disfrutando de sus primeros días de gloria y poder.
Que sea ese el motivo de su prepotencia y estupidez al tratar a las personas.
Porque si ya tiene años en esto y no ha aprendido algo de relaciones interpersonales ni a respetar a las personas entonces me da mucha pena decirlo pero esta persona ya no tiene remedio y más le vale a la institución deshacerse de ella, que regrese a la universidad donde debió estudiar esa asignatura y a la universidad de la vida para que alguien le enseñe a respetar.
En esta ocasión a punto estuvo de recibir una lección, pero alguien intervino para que los ánimos no se desbordaran.
De por sí el Ministerio Público tiene fama de ser la institución donde más se violan las garantías individuales y los derechos humanos de las personas. Ahí ocurre más de una violación diaria los 365 días del año y en los bisiestos peor.
Por tanto esta sujeta (sic) no debiera abonarle más a la ya de por sí deteriorada imagen de la dependencia.
Recientemente un menor sufrió una retención ilegal por un tipejo de nombre Víctor Manuel Díaz Molina (tema que está pendiente de abordarse en esta columna, que se ponga abusado este abogado de pacotilla y frustrado político).
Pero aquí el asunto es que del ministerio público, donde está infestado de abogados, nadie quiso percatarse de una serie de violaciones a los derechos humanos del menor, quien fue incomunicado durante varias horas, justo en los primeros días en que llegaba el ahora fiscal regional, Bulmaro Acuña Nuricumbo. Por cierto, señor Bulmaro, le informo que en esa ocasión su personal dijo que sí le llamaron al familiar del muchacho, pero lo mantuvieron engañado, porque nunca hicieron ninguna llamada, nunca se comunicaron con nadie, y no fue sino hasta que sus padres, preocupados por su desaparición física y temiendo lo peor para él, que acudieron a la dependencia que usted dirige, a documentar su desaparición, que descubrieron que ahí estaba. Qué garantías individuales ni qué nada, qué derechos humanos ni qué la fregada.
Pero, volviendo al tema, mientras se intenta un proceso de cambio en el ministerio público de Comitán, vale la pena que la señorita Martha Berenice Robles Corzo analice su proceder.
Si quiere sentir el poder que lo intente en su casa o donde le den permiso.
Por ahora que se limite a respetar la ley, a observar los procedimientos marcados por ésta, a aplicar mejores criterios de justicia y equidad, y no a decir que no quiere más periodistas, y que basta con los que ya tiene. Vaya criterios, señorita.
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