No sé quien pueda informarme del o la estilista que le enchina el cabello a Víctor Manuel Díaz Molina, vendedor de ataúdes de San Cristóbal de Las Casas, donde por un cortísimo tiempo fue funcionario del gobierno de Mariano Herrán Salvatti, destituido cuando éste descubrió que para aplicar la ley cualquiera podía serle útil, menos el de cabellos hirsutos, periódicamente “encolochados” para que no se note tanto.
Quise preguntar con el Coordinador de Tenencia de
Ah, y supe también de otra mujer que cometió el mismo error que la anterior, Yolanda Carachure, al unir su vida al de los cabellos “impeinables” pero enchinados, pero supo corregir a tiempo y lo sacó patitas a la calle, aventándole su ropa interior en plena avenida, porque, en justicia, sí le pertenecían, era lo único que había comprado con el sudor de su frente, y la señora consideró que de nada le servía tener de recuerdo las ropas íntimas del Díaz Molina (Víctor Manuel, claro).
Como quien dice, no sólo ha sido un fracasado como político, como funcionario público, como abogado y como vendedor de ataúdes, sino también como marido y como persona.
Y estas no son las únicas evidencias, ahí también está su fallida defensa que hiciera cuando intentó llevar, como abogado, el caso del divorcio necesario de su hermana Blanca Estela con Fernando Bermúdez, pero como el “licenciado” este no leyó sus libros de leyes ni los de administración de empresas ni supo donde venden sentido común, no sólo perdió el caso, sino a punto estuvo de terminar haciendo pipi en la cárcel, aprendiendo algo de artesanías en madera o lo que fuera (quizá ahí hubiera encontrado su verdadera vocación).
Por eso en la litis familiar donde cuatro hermanos Díaz Molina andan disputándose una herencia que dejó don Víctor Díaz Pino y
Por cierto algunos amigos andan diciéndome que yo me cuide de este de los cabellos necios, que porque es de armas tomar.
Me dijeron, para echarme miedo, que un día le chulearon a su mujer (Carachure), estando él presente, y Víctor Manuel, el desconocedor de leyes, respondió sacando su pistola y metiéndole un balazo al enamoradizo y chuleador, mandándolo al hospital. Ah, y que después se fue encima de su víctima con amenazas muy pesadas, logrando con ello que no metiera su demanda penal por homicidio en grado de tentativa (¿así se dice, señor abogado?).
Qué bueno que este priista, luego perredista, luego pasista, y luego díazmolinista nunca consiguió la presidencia municipal de Comitán, porque las y los pobres comitecos habrían sufrido en carne propia lo que es tener un inepto alcalde. Por cierto, me dicen que en cada ocasión que intentaba ser alcalde sólo conseguía un voto: el del licenciado Romeo Guillén, o “El Bolillo” o “El Pancitas”, no sé bien cómo le dicen.
Por último un consejo de amigo a la familia Díaz Molina: pongan oídos sordos a la consejería jurídica de Víctor Manuel, porque los va a llevar a la bancarrota.
Mejor repártanse en pedacitos la casa que se andan disputando, con todo y garage, y también las mil 500 sillas y otros enseres, porque si no van a perderlo todo.
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