martes, mayo 12, 2009

MATA TUBERCULOSIS a comiteca de 32 años



Ciudad Comitán.- María “N”, una comiteca de escasos 32 años, fue sepultada ayer martes.

Murió joven, de muerte natural: de TUBERCULOSIS. 11 de mayo. Año 2009. Ella fue atendida en el IMSS Comitán, Hospital de Comitán y un particular en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.


Su último regalo del Día de las Madres lo recibió un día antes de morir, de su esposo y sus dos menores hijas, hoy huérfanas. Ellas lloran amargamente, su papá lo hace con discreción.


Misa en la Colonia Miguel Alemán…

El repique de la campana anunció la llegada de ella en su última visita al templo católico de la Colonia Miguel Alemán, en esta ciudad, la cuarta más importante de la entidad chiapaneca.

Eran las 3 de la tarde con 30 minutos cuando inició la misa, de cuerpo presente, rodeado éste de flores blancas, los cánticos a Dios inundaban el ambiente.

“Aleluya, aleluya, aleluya”, se oía. “El señor es la defensa de mi vida”, pronunciaba el sacerdote, la gente lloraba, en silencio lloraba.


El Santo Evangelio…

Una mujer leía el Santo Evangelio según San Mateo; y preguntaba a María, su cuerpo presente:

“¿Cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer?”

Porque, sí, la tuberculosis es la enfermedad de quienes enfrentan desnutrición, o hambre. Ella no contestó, claro.

Pero a María “N” le volvieron a preguntar:

“¿Cuándo te vimos hambrienta o sedienta?”

El silencio fue su respuesta, María se siente frustrada, decepcionada.

Y una más:

“¿Intercederás por nosotros?”

Y siguió su mutis, para siempre, pero obviamente no lo hará, porque a pesar del mensaje de caridad, amor y misericordia de la Biblia, los comitecos hemos sido indiferentes con Jesús, con sus hijos, con María.




Tuberculosis, la enfermedad de la indiferencia…

Esta muerte no es cualquier muerte, pudo haberse evitado.

Su causa no es, de modo directo, la tuberculosis, sino la indiferencia de todas y todos nosotros, de la sociedad y del gobierno, de los funcionarios públicos y de los ricos.

Por eso, dijo el sacerdote, no tendremos salvación.

“No importa si a diario van a misa, si rezan el santo rosario o si se golpean con fuerza el pecho”, dijo.

No importa que digan a diario “por mi culpa, por mi culpa”.

Y sentenciaba:

-No puedes decir "Que Dios te Bendiga" a alguien a quien no le diste de comer…

… Como a María, quien murió de muerte social, de hambre.

Los cánticos siguen, un hombre de unos 40 años llora, con discreción pero llora.

Rumbo al Campo Santo…

El cielo, mientras tanto, dibuja nubarrones, amenaza la lluvia, ¿volverá el granizo? El cortejo sale de la iglesia.

¿Quién sigue?, me pregunto. Quizá sea mejor preguntar: ¿Cuántos? Porque en el barrio de la Cruz Grande, Segunda Sección, otra persona con Tuberculosis enfrenta la muerte, quizá pronto alcance a María.

Por lo pronto nos vamos al campo santo.

Como María hoy murieron en el mundo cientos de miles de TB…

Ella, ellos, mueren de miseria, pero de la miseria nuestra.

Alguien, hace años, habló de la filosofía de la miseria, aunque salió, más bien, miseria de su filosofía.

Porque esta muerte, insisto, es muerte social, resultado de la miseria, pero de la nuestra. La de usted, la mía, la miseria de los ricos, poderosos hombres del dinero, miserables de conciencia.

Millonarios comitecos, seguidores de Malthus…

Pero, ¿qué importa? Nacen más de los que mueren, por eso somos tantos, dice Malthus, y lo suscriben los ricos, enojados conmigo por haber publicado sus nombres y apellidos en la lista de los 20 hombres más poderosos de esta ciudad fronteriza.

Quizá piensen que mientras más se mueran, mejor, porque se acabará el peligro. Muerto el perro se acaba la rabia. Qué fácil solucionan todo.

¿Malthus era millonario? Al menos no era comiteco.

El miedo de la SSA a la difusión de la verdad…

María es sólo un número. Un número que la Secretaría de Salud se niega a pronunciar, y, más aún, en Ciudad Comitán.

Y digo Ciudad Comitán porque María era habitante de esta ciudad, no publicamos ni su nombre completo, ni su domicilio, porque al hacerlo violaríamos los derechos humanos de su esposo y sus hijas, pero era comiteca de la zona urbana.

PERO A MARÍA NO LA MATÓ LA TUBERCULOSIS, SINO LA INDEFERENCIA SOCIAL. LA MATAMOS TODOS, INCLUYENDO AQUÍ A QUIENES PREFIEREN NEGAR LAS CIFRAS O TEMEN A LA DIFUSIÓN DE LA VERDAD.

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