jueves, noviembre 20, 2008

EX ALCALDES, AL BOTE POR "MANOS LARGAS"



Nadie puede ir a la cárcel por meter cizaña en un par de viejitos a punto de morir, pero sí a quienes meten la mano al erario público.

La Lolita y el Amado Loyo pueden estar tranquilos: no irán a parar a la cárcel.

No se verán allá con Lindoro Jiménez Ruiz y Aharón Hernández López, mientras que éstos, por lo menos, tienen el consuelo de que llegan juntos y que estarán ahí, uno junto al otro, para brindarse apoyo moral।


Según el Ministerio de Justicia cometieron los delitos de Peculado, Ejercicio Indebido del Servicio Público y Asociación Delictuosa.

El Órgano Superior de Fiscalización presentó las denuncias documentadas ante la Fiscalía de Asuntos Especiales y Relevantes del Ministerio de Justicia del Estado y procedió a detenerlos. Lamentable para ellos, amigos y familiares.

Las auditorías cayeron sobre las cuentas públicas de ambos ayuntamientos. Y hallaron desfalcos.

El boletín oficial señala: Jiménez Ruiz sustrajo de las arcas de La Trinitaria y en detrimento de la sociedad la cantidad de casi dos millones de pesos, redondeando los números.

Mientras que Hernández López se embolsó, según el boletín, algo así como 5 millones de pesos, bueno, un poquito menos, poquito menos que 5 millones de pesos, pero de todos modos fue un monto grandecito.

Al final todos sabemos que los alcaldes se embolsan mucho más que eso, es lógico.

Los constructores les llenan las bolsas de dinero, en realidad con eso sería suficiente, porque si en obra pública el ayuntamiento le mete por año unos diez millones de pesos, al edil le ponen en su mano, sin que lo pida, un millón en dinero efectivo. Es dinero del que no pagan IVA ni otro impuesto.

Entonces, con eso debiera ser suficiente, pero a veces les gana la ambición, en otras ocasiones cometen errores administrativos, y en otros más, sencillamente, cometen el pecado de no ponerse a las órdenes del jefe, y peor tantito si desestabilizan al municipio que gobernaron, con lo cual, de hecho, se le están subiendo a las barbas del mandamás en turno, y eso pecado lleva aparejada una penitencia: ir a la cárcel.

Ni modo.

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