Roberto El Chato Ortiz terminó su período con deudas.
Y aunque usted no lo crea son deudas de campaña, de su propia campaña de hace más de tres años.
El Chato pidió apoyo al periodista Roque Flores Figueroa.
"De a cómo no", respondió Roque, pues para eso tiene su revista: para hacer negocios.
Ya puestos de acuerdo cada quien a lo suyo: uno a hacer campaña y el otro a darle espacios de publicidad.
El problema fue que El Chato Ortiz no cumplió cabalmente. Quedó a deber.
El otro problema es que siempre dijo "Sí", pero nunca dijo cuando.
Así son todos los políticos. Tienen un "sí" devaluado, un "sí" demagogo, es un "sí" falso.
El significado de un "sí" de cualquier político es "quizá", "puede ser", "a lo mejor".
O sea, no hay que creerlo, lo más seguro es que quién sabe.
Es como cuando llega el día de los inocentes. Casi todo lo que te digan ese día hay que tomarlo con reservas. Así debe tomarse cualquier afirmativa de un político.
La primera vez que, con el Roque bien bravo, le cobró el dinero pendiente, cuando ya era diputado local electo, éste le respondió que el día sábado.
Y aunque Roque no es ningún inocente, para los políticos, entre ellos El Chato, todos los días son 28 de diciembre.
De tal modo que con las reservas del caso fue a verlo al lugar acordado, y, obvio, El Chato no estaba.
Ante ello, Roque le marcó a su cel y de la boca del diputado salieron mil excusas de quien sabe cuantos cercanos suyos murieron ese día.
"Pero échame un fonaso el próximo sábado", le dijo al periodista, para deshacerse de él.
Y así pasó un sábado, otro, luego otro, y varios más, hasta que llegó el día en que el flamante diputado se fue a Tuxtla, como aliviado de no tener que ver la carota del Roque y de escuchar su flemática voz.
Pero, obviamente, algún día tenía que regresar y lo encontró, con sus alipuses cotidianos.
Al cobrarle nuevamente El Chato tuvo otra buena salida:
"Búscame en el Congreso", le dijo.
"Ch. t. m." dijo Roque en sus adentros, con el pensamiento, a pesar de que ya estaba preparado para recibir otra evasiva, una más, claro.
Pero fue al Congreso, faltaba más. "Le voy a cobrar mis viáticos también", pensó Roque, incapaz de decir peladeces en voz alta, menos que el licenciado en administración se permitiera un desliz de ese tipo, si su lengua lo que normalmente produce son flores (como su apellido) y lisonjas.
Pero fue al Congreso y nada. Ni la deuda, acrecentada con los intereses y de ribete los viáticos, que tampoco recibió. Lo que respondió El Chato allá en sus ahora ex oficinas fue que no tenía dinero pero que no se preocupara, que él se comunicaría con Roque tan pronto estuviera en Comitán, para ya terminar con la bronca.
Y así pasó diciembre, enero, febrero y todos los meses del 2005 y nunca llegó la dichosa llamada.
Pero en el año nuevo, 2006, Roque renovó propósitos y esperanzas.
Llamadas, mensajes de texto, encuentros ocasionales y nada cayó. El entonces diputado siempre sin dinero pero también con excusas.
En una de muchas el diputado volvió a reiterar su compromiso de pagar pero dijo: "Mira, nos vemos en el informe, ahí te pago".
Y llegó el día del informe, y volvieron a coincidir en un espacio común, uno buscando el acercamiento y el saludo, otro ideando como escabullirse, desaparecer, o hacerse invisible.
Quién sabe cómo pero el diputado logró escaparse sin desenvolsar un solo peso de su bolsa, casi convertido en mago.
Desesperado, Roque aprovechó un evento político para cercar al ahora ex legislador y así recordarle la deuda de campaña, que en los políticos no es deuda de honor, pues carecen de ello.
Las palabras que brotaron con olor a cruda del Chato Ortiz fueron "voy ir a mi rancho, de regreso te llamo, a las 9", y como habían muchos políticos junto a él ahí le paró a la cobrada.
Y sin ser inocente esperó la llamada.
Y les dieron las diez y las once, las doce y la una, las dos y las tres, y abrazado con
La última respuesta evasiva del Chato fue que ya para que no lo anduviera persiguiendo que porque ya le daba vergüenza que le cobraran delante de sus amigos fue la siguiente: "Voy a dejar tu dinero en
Y desde entonces Roque convirtió en parte de su rutina diaria, como deporte, pasar a cobrar en esas oficinas, hasta que desaparecieron.
Pero nunca le pagó el Chato Ortiz ni en el 2006 ni en el 2007.
Y no le va a pagar.
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