Los varones, bien servidos y machistas, se dejan querer, y toman sus alimentos.
Entre taco y taco, levantan el puño en señal de lucha: hasta el triunfo o hasta El Amate.
Otros solamente comen.
O hacen ojitos.
El palacio municipal se ve sombrío, el reloj sigue sin manecillas, quién sabe desde cuándo.
Las mujeres no paran de trabajar, otros sólo se hacen patos.
Como dormitorio, el pasillo sí se ve acogedor.
De vez en cuando pasa algún “gorrón”.
Alguna que otra tiene tiempo de sobra para coquetear.
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